sábado, 1 de noviembre de 2008

Cartas en el frente

Recibí aquella carta un 12 de Julio de 1529 y como todos los malditos días llovía a raudales. En esa tierra dejada por la mano de Dios no dejaba nunca de caer agua, Dios jamás se había paseado por Flandes, aquello debía de ser el maldito infierno. Un sol rojizo y humedad eterna. Cogí tiritando la carta que debía de ser mi madre, probablemente esperando nuevas del frente. Sin embargo, no pude evitar un pequeño grito ahogado al reconocer aquella finísima letra: A la atención de D. Raúl Lope Balboa, tercio viejo de Cartagena, embarcados con rumbo a Flandes en el Santa Inés. Posta militar de Flandes. Madrid, 4 de Junio de 1529 Queridísimo Raúl:
Llevo muchos años pensando en escribiros a vos una carta como esta y por unas razones u otras no he tenido la valía de hacerlo. Espero que no os moleste leer mi letra después de nuestro último desencuentro en el puerto de Cádiz. Pensaréis que han pasado muchos años y sin embargo, aun os recuerdo tan valiente y tan apuesto como si fuera ayer mismo cuando me despedí de vos y jurasteis que un día moriríais por mí. Espero que sigáis siendo hombre de palabra y sigáis manteniendo vuestra promesa. Como os decía nunca antes os había escrito para deciros verdaderamente cuanto os amo a pesar de llevar tantos años separados. Realmente os admiro por combatir a favor de nuestro rey y la verdadera fé católica. Manteneros vivo, sigo deseando volver a pasear a vuestro lado. ¿Recordáis la primera vez que paseamos juntos en la fuente de la Herrería? Fue hace ya 10 años y sentí por primera vez que os convertiríais en un papel importante en mi vida. Por aquel entonces vos pasabais una mala racha, recién llegado a Madrid y sin un futuro claro por delante. Sin embargo, tuvisteis los arrestos de mantenerme la mirada cuando nos cruzamos en la Calle del Mediodía. Hay quien diría que fue amor a primera vista, puro y limpio.
Siempre admiré la gran cantidad de fieles amistades que teníais y espero que las sigáis manteniendo. Por mi parte, perdonadme si me sobrepaso, he conocido a varios pretendientes en estos últimos años y algunos para mi desgracia acabaron convirtiéndose en vuestros sustitutos. Algunos partieron como vos a luchar por nuestro Rey y otros murieron. Pero podéis estar tranquilos, mi corazón siempre os ha pertenecido a vos ya que, son muchos recuerdos los que no he podido borrar de mi mente y no quiero dejarlos tirados porque sigo teniendo grandes planes para vos. Os dije hace algunos años que vuestros jefes eran unos desalmados y como supongo que habréis podido observar con vuestros propios ojos en el campo de batalla no me equivocaba. Supongo que os habrán querido cambiar esa vena rebelde que tenéis pero espero que no lo hayáis permitido porque tengo que confesaros que en el fondo me gusta.

No tengo nada más que deciros, se que nunca volverá a ser como antes pero si pudiera cambiar la historia trataría hasta la extenuación y desfallecimiento que así fuera. Os deseo la mejor suerte mi joven soldado, sed firme en la pelea contra nuestros enemigos y manteneros sano y salvo para regresar lo antes posible. Espero que vuestro amor siga siendo tan profundo y sincero como me jurasteis. Sinceramente vuestra, María de Medina y Esteve

P.D. Espero que sea mi nombre el que gritéis en la batalla con toda la ilusión y coraje.

Releí la carta unas siete veces antes de que el estruendo de un cañonazo me devolviera de la órbita a la tierra. Habían pasado muchos años desde que partió a Cádiz para casarse con un joven lugarteniente y no había sabido de ella desde entonces. Mi corazón se debatía entre el odio y el amor. ¿Cómo poder explicar con palabras un rencor y una ilusión a su vez tan grande?

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