sábado, 22 de noviembre de 2008

Sangre de Fin

No puedo evitar soñar cada noche con aquel último intercambio de golpes en las llanuras de Rocroi, al norte de Francia. Fue aquel día en el que por una extraña razón Dios nos abandonó y me di cuenta de que estar rodeado de mis compañeros soldados no era sino otra forma de soledad. Aquel día, mis queridos amigos de la infancia murieron para mi, aunque en realidad ya lo habían hecho desde hacía años. Rodeado de unos extraños compañeros que me habían abandonado y echo sentir solo en los últimos años de mi vida. Imaginense el panorama, por un lado falsos compañeros que conspiran tras de ti, no te hacen sentir valorado y no se preocupan lo mas mínimo por tu vida, y por otro lado, el enemigo sediento de sangre y venganza que nos teme y nos odia al mismo tiempo.

Eran como decía tiempos duros. Tiempos en los que este país estaba más empeñado en mantener su hegemonía y orgullo en medio mundo que, en dar de comer a sus ciudadanos. Pero que decir de un país de soldados leales hasta el fin del 19 de Mayo de 1643 en Rocroi. Fieros, duros, imparables en la batalla, mantuvimos a raya de tizona media Europa mientas nos matabamos con la otra media. Traicinado por amigos, odiado por enemigos y sin querer rendir un palmo hasta la muerte. Pero volvamos a aquel día del 19 de Mayo, como contaba, aquel día me quedé solo de amigos de infancia. Aquellos con los que solía estar desde pequeño en las calles de Madrid haciendo pillerías. Aquellas personas con las que se suponía que tenía una amistad y para mi pesar, no mantenía nada más que un local en comun con ellos. Aquel Jueves decidí que no volvería a tratar de amigos a esos traidores.

Aquella mañana 12000 soldados gabachos nos vinieron encima a los 5000 soldados de los tercios de nuestro señor el Rey Felipe IV. Aquel día, en aquel infierno perdí un grupo de amigos, perdimos algo más que una ciudad. Rocroi se llevo parte de mi vitalidad, parte de mi vida. Siempre es duro asumir que ya no tienes un grupo de amigos y que solo te ata estar en un local con ellos. Y a pesar de todo, sigo siendo tan luchador como siempre y quizás más alegre, soñador y valiente que nunca. Soldados, podíamos soportar disparos, estocadas y cargas enemigas, y no soportabamos que se nos menospreciara y se nos tachara de cobardes. Dios sabe que esto es un punto y final con esta gente. A partir de aquel día, la única relación que tuve con ellos fue de negocio de alquiler del local, pagar y nada más.
Como os dije hace tiempo, más vale estar solo que rodeado de falsos y cobardes. Los valientes por desgracia estamos en el punto de mira para muchos enemigos y muchas balas quieren matarnos una y otra vez, muchas dagas quieren meternos por la espalda, y sobre todo, envenenar con palabras toda opinión ajena sobre nosotros. La historia es nuestra, la hacemos los pueblos. Mi historia la escribo yo, el guión es mio y añado o quito a los personajes que no me sirven en la película.

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