viernes, 31 de octubre de 2008

Despedidas desde Saint Jean

Hace ya un tiempo de toda esta historia y aun noto esa mañana helada en mis manos cada vez que lo recuerdo. Era mediados de Septiembre de 2007 y tras una semana conviviendo con María, en la modernísima y espectacular Burdeos, tenía que regresar de nuevo a casa. Había llegado a Burdeos el lunes por la noche tras una inesperada llamada de María pidiéndome auxilio desde Burdeos:
- No soporto estar sola y casi 2 meses hasta que nos volvamos a ver, – su voz entrecortada denotaba cierta agonía - no consigo hacerme a este sitio, por favor ven la primera semana conmigo, no voy a poder soportar estar sola…
Bueno supongo que la contestación por mi parte esta más bien clara: cogí el primer tren rumbo París con escala en Burdeos. A pesar de que ella parecía muy triste, tengo que reconocer que su llamada me marcó una sonrisa, ya que, iba a volverla a ver antes de lo esperado. Llegué a la estación de Saint Jean pasadas las 9 de la noche y allí estaba ella esperándome. Tras 4 días intensos en los que compartimos mil y un historias, en los que fuimos uña y carne, en los que lo primero que veía al despertarme era ella junto a mi, llegó el día en que había que regresar al mundo real. Desperté ese fatídico viernes y me incorporé para mirarla. Estaba dormida y tras unos segundos mirando el techo pensativo, decidí asomarme a la ventana cerrada. Una nieblilla cubría toda la ciudad universitaria y predecía que iba a ser una de las tantas mañanas en las que helaría de ahí en adelante en Burdeos. Me senté sobre la cama y desperté con un beso a María, se empezaba a hacer tarde y debía de coger un tren. Llegamos sin problemas hasta Saint Jean con el tiempo justo para despedirme de ella con calma. Sin embargo, las estrellas no debían de estar por la labor ese día, ella decidió que lo nuestro no tenía futuro.
- Lo siento pero creo que la distancia hace imposible que sigamos juntos…yo te quiero mucho pero tendremos que aplazarlo hasta que termine el curso y vuelva de Burdeos…
El tren llegó en ese preciso momento interrumpiendo la megafonía las palabras que en ese momento eran como losas. Una mezcla de rabia y frustración me invadió. La miré por última vez antes de subir al tren y me di cuenta, al no poder enfocarla con claridad, que las lagrimas me cubrían los ojos. Tragué saliva y con un último aliento de fuerza me dirigí a ella vagamente:
- Sólo…
- ¿Solo qué? – dijo María viendo que se acababa el tiempo de aclarar las cosas.
- Sólo…- respiré profundamente para sacar valor -sólo me has utilizado. He sido el payaso de tu circo hasta conocido gente. Sólo me has utilizado para estar conmigo unas noches, matar el mono de estar con alguien y no sentirte sola. Las personas que juegan con el corazón del resto son lo más despreciable de este mundo. Tenía muchas ilusiones puestas en ti y he visto que era cierto eso que me habían anticipado: No eres más que una persona inmadura que andará dando tumbos de relación en relación simplemente por buscar a alguien que le convenza.
Antes de que dijera nada ya estaba sentado en el tren mirando por la ventana. Ella seguía ahí quieta mirándome fijamente con la cara entristecida. Supongo que había dado en el clavo y estaba pensando en lo que le había dicho. No pude evitar mirarla a los ojos y sentir algo de lástima por ella. Para cuando empezaba a compadecerme de ella, el tren empezó a alejarse del andén. La seguí con la mirada los últimos metros de la estación y me di cuenta de que esa pobre chiquilla no sabía lo que quería en su vida. Cerré los ojos para tratar de digerir todo aquellos y de alguna forma para evitar que más lágrimas se me escaparan.

Cuatro días después, me llegó una noticia probablemente esperada: ella estaba con un gabacho de Burdeos. Visto lo visto, me había quedado claro que no era chica de una sola relación y que iba a acabar con el primero que le abriera la cama. Me quedó el consuelo de pensar que, era una persona por la que no merecía la pena ni un solo segundo de tristeza. El tren de lo nuestro se escapó aquella helada mañana de Septiembre en la estación se Saint Jean y creo que en el fondo tengo que dar gracias a ese maravilloso tren.

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