domingo, 8 de febrero de 2009

Un beso imaginario

- Hola, soldado.
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Tenía cumplidos ya los 21 y su bonita figura ya no era solo una promesa de lo que sería. Se había convertido ya en realidad. Había cambiado tanto desde la primera vez que la vi: su vestido de seda con brocado de plata, a juego con un pequeño tulipán que colgaba de una finísima cadenilla en su perfecto cuello y que se movía de forma juguetona. Sus ojos tan grandes y penetrantes seguían enmarcando aquella cara tan maravillosa, su pien tersa y blanca que, me parecío en ese momento, olía a frutas.
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- Ha pasado mucho tiempo. - añadío
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Estaba tan hermosa que dolía mirarla. El sol volvía aun más claro su pelo y el contorno de su figura se marcaba más que de costumbre en aquella plaza. Sonreía como siempre en una boca perfecta. Ocupé el asiento junto a ella mientras me miraba con atención, con las manos entrelazadas esperando una contestación. Y tardé en responder, más incluso de lo necesario, pero ella seguía en silencio observándome con curiosidad y una sonrisa perfecta en su rostro. Ante mi silencio decidió tomar la palabra de nuevo.
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- Tenía curiosidad por encontraros de nuevo... Os reconocí en la plaza.
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Se calló un momento. Miraba mis manos, y otra vez mi rostro.
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- Habéis crecido - dije de pronto
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Me seguía mirando de arriba abajo con curiosidad, como si todo aquello realmente le divirtiera.
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- Creo que os amo -dijo de pronto.
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Me levanté dando un bote y la miré con sorpresa. Ella sonreía y me miraba desde su asiento tranquila. Mis ojos no sabían donde posarse y al final se toparon con los suyos. Penetrantes, telepáticos. Que me parta un rayo si no estaba enloquecedoramente guapa.
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- Joder... -murmuré.
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Me temblaba todo. Ella permaneció inmóvil, callada durante un largo rato.
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- Quiero saber - dijo seria- si aun estáis dispuesto a morir por mi si fuera necesario y llegue cuando llegue. Y si es así...tal vez os ame siempre.
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La sangre parecía haberse retirado de golpe de mi corazón y de mis venas. Me miró cerca, tan cerca que durante un espacio de tiempo pareció eterno. Y entonces hizo algo inesperado, apoyó sus labios perfectos en mi boca con la suavidad de un algodón y me besó.
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- He de irme.
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Allí marchó y me quede mirando como se iba, sin saber si aquel beso había sido imaginario o real. Si había soñado con aquel ángel o de verdad existía.

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