lunes, 9 de marzo de 2009

Mar

¿Te has preguntado alguna vez si existe algún lugar más allá de la brisa del mar en el que pueda encontrarte? En el que nadar entre las olas de una cintura y allí naufragar, en el que el oler un perfume, en el que bucear entre besos y poder allí morar. Ser tu el coral y yo el pez que en su boca quiere nadar, ser tu la estrella polar y que las noches más frías puedas alumbrar a los náufragos que no conseguimos llegar al puerto. Ser la isla en la que cada vez que haya tormenta pueda refugiarme, morir en las olas de tu cintura. Morir en el amor de las olas de tus besos. Poder ahogarse en el mar que hay dentro de ti...
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El mar se apodera de tus movimientos en la noche, me envuelve manejándome, marioneta de la oscuridad. Y en el fuego de su boca te derrites, te haces más fuerte. Susurras al oído que no me preocupe por nada, que en tu mar no hay nada que pueda dañarme. Tus ojos son el puerto de mi nave, son el destino final de cualquier trayecto. Todos los rumbos van directos a una cintura, cualquier viento es favorable para llevarme hasta allí. No hay tormenta que pueda con mi nave si eres tu el destino, no hay guerra que pueda acabar con una tripulación dispuesta a morir por llegar hasta allí. Qué razón tenía aquel viejo escritor que decía que la fuerza de un solo corazón puede con la de mil hombres. Ese viento hace moverse las velas de mi pequeña nave, el agua brilla con la luna y se convierte en un manto de negro y plata. La noche ya no me da miedo si el mar ahora es mi aliado. Ya no tengo miedo a ahogarme en el mar y sin embargo, quién pudiera ahogarse en el mar que hay dentro de ti.
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